Introducción

En España, al igual que ocurre en otros países desarrollados, el número de personas en edad adulta y avanzada se está incrementado de forma paulatina, gracias en parte a los logros alcanzados en diferentes áreas de conocimiento. Entre ellas, la alimentación ocupa indudablemente un lugar destacado, ya que a través del conocimiento de las virtudes preventivas de los alimentos, se puede conseguir una buena salud y prolongar en consecuencia, la vida y el bienestar del individuo. Para ello, además de conocer cuáles son las propiedades saludables de los alimentos, el consumidor debe implicarse para alcanzar ese bienestar, aportando al consumo alimentario un carácter de autocontrol.

 

El progresivo envejecimiento de la población apunta a que dentro de la Unión Europea (UE), el número de personas de más de 80 años se incrementará un 30% en los próximos 50 años y que en el año 2030, cerca del 30% de la población superará los 60 años, con el correspondiente incremento de las disfunciones fisiológicas, cognitivas y un mayor riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la alimentación como la diabetes, obesidad, hipertensión, osteoporosis, cáncer y diferentes enfermedades degenerativas. Habitualmente, la dieta y ausencia de actividad física o sedentarismo, son algunos de los factores que se encuentran directamente implicados en el origen de estas patologías, relacionadas también con la susceptibilidad -predisposición genética- de cada individuo, y su entorno social, cultural y económico.

 

Ante los condicionantes anteriormente descritos, una dieta desequilibrada puede repercutir sobremanera en la salud de la población y por tanto en sus costes sanitarios. Basándose en las palabras de Hipócrates de Cos, -"que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina", la Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN), la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización para la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), vienen promoviendo desde el año 1992 estrategias para mejorar el bienestar nutricional y el consumo de alimentos en todo el mundo. El plan de acción se centra en el fomento de una alimentación adecuada y estilos de vida saludables, requiriendo para la correcta difusión y asesoramiento -entre la opinión pública- de pautas dietéticas y estilos de vida específicos para cada grupo de población, la colaboración de los gobiernos de los diferentes países.

 

De esta forma se empieza a tomar conciencia de la importancia del binomio alimentación-salud, o dicho en otras palabras, cómo se pueden prevenir enfermedades crónicas -no transmisibles-, siguiendo unas pautas alimentarias adecuadas a cada individuo. En consecuencia, una dieta debe ser equilibrada en nutrientes y energía, además de variada, saludable, palatable y personalizada. Así, en esta sección nos centraremos en los requerimientos y recomendaciones nutricionales en la edad adulta, sin abordar la infancia, adolescencia, período gestacional, lactancia y la edad avanzada.

 

Requerimientos nutricionales

 

Los requerimientos nutricionales se definen como la cantidad de energía y nutrientes esenciales, necesarios para mantener un estado nutricional óptimo, así como para el desarrollo normal de las funciones metabólicas y/o fisiológicas y la prevención de enfermedades. En este sentido, si dichas cantidades no fuesen las adecuadas (por defecto o exceso), se produciría un riesgo de estado carencial o un efecto adverso.

 

Nutrición en el adulto

 

En el caso de la persona adulta, los requerimientos nutricionales son aquellos que ayudan a mantener el peso corporal e impiden la pérdida de nutrientes, ya que la deficiencia de determinados nutrientes, provocará la aparición de signos clínicos que merman la capacidad para desarrollar funciones específicas del organismo, pudiendo a largo plazo, comprometer su calidad de vida. Por ello, lo deseable es que el aporte nutricional cubra más allá de las cantidades mínimas para alcanzar un óptimo estado psíquico, físico y social.

 

Recomendaciones nutricionales

 

En 1980, el "Food and Nutrition Board-National Research Council" (USA) definió las recomendaciones nutricionales como las cantidades de energía y nutrientes esenciales que cubren los requerimientos nutricionales de casi todos los individuos sanos, o bien, el promedio de las cantidades diarias de energía y nutrientes esenciales que ciertas poblaciones deben consumir durante un período de tiempo determinado.

 

 

Las recomendaciones nutricionales se deben expresar en cantidades de energía y nutrientes y no por grupos de alimentos, ya que los hábitos de consumo varían de un colectivo a otro. Para evitar posibles riesgos asociados a una ingesta deficitaria, la cantidad de nutrientes recomendados exceden habitualmente las necesidades nutricionales de la mayoría de las personas. Es importante resaltar que las recomendaciones nutricionales van dirigidas exclusivamente a colectivos sanos. Así, personas que sufran alguna patología o alteración metabólica, infecciones o enfermos crónicos, deberán seguir dietas específicas adaptadas a sus necesidades.

 

Ingesta dietética de referencia (DRI - Dietary Reference Intake) La DRI se caracteriza por cuatro parámetros (ver Figura 1), y establece los valores de referencia de nutrientes en individuos sanos para i) prevenir enfermedades por déficit de ingesta, ii) reducir las enfermedades crónicas y iii) alcanzar un estado de salud óptimo.

 

Figura 1. Ingesta dietética de referencia (Fuente: Gil Hernández, 2005).

 

A continuación, describiremos los parámetros que definen las ingestas dietéticas de referencia de la población según la Food and Nutrition Board-National Research Council.

 

a) Requerimiento medio estimado (EAR - Estimated Average Requirement) Representa la ingesta de un nutriente, necesario para cubrir las necesidades de la mitad de los individuos sanos de un grupo, de edad y género determinados. Nos da idea de la prevalencia de un aporte insuficiente de un determinado nutriente por grupos de población.

 

b) Requerimiento energético estimado (EER - Estimated Energy Requirement) Hace referencia a la ingesta media necesaria para mantener el balance energético en adultos sanos -con un nivel de actividad física saludable-, en función de la edad, género, peso y talla.

 

c) Recomendaciones dietéticas (RDA - Recommended Dietary Allowances) Establece la ingesta dietética diaria de un determinado nutriente, cantidad que ha de ser suficiente para cubrir las necesidades de casi todos los individuos sanos (97-98%), de un grupo de edad y género determinado.

 

d) Ingesta adecuada (AI - Adequate Intake) Valor de ingesta que se considera adecuado para un nutriente, cuando no existen datos suficientes para estimar sus recomendaciones en una población o grupo de edad determinado.

 

e) Nivel de ingesta máxima tolerable (UL - Tolerable per Intake Level) Representa la cantidad máxima de un nutriente, que puede ser ingerido por la población en general, sin riesgo evidente para la salud. En base a los valores de referencia definidos por el Food and Nutrition Board-National Research Council, el comité científico de alimentación de la UE (SCF, Scientific Committee on Food), estableció en 1992 los siguientes conceptos:

 

f) Requerimiento medio (AR - Average Requirement) Establece el requerimiento medio de un nutriente de un grupo de población, que coincide con la mediana y equivale al requerimiento medio estimado EAR.

 

g) Ingesta de referencia para la población (PRI - Population Reference Intake) Se define como la ingesta que cubre las necesidades de nutrientes de la mayoría de individuos sanos, aproximadamente el 97,5% de la población y se corresponde con la ingesta dietética recomendadas RDA.

 

h) Intervalo aceptable de ingesta (ARI - Acceptable Range of Intake) Cuando no se dispone de datos suficientes para establecer ingestas de referencia para un determinado nutriente, se fijan unos intervalos aceptables, siendo por tanto este parámetro equivalente a la ingesta adecuada (AI).

 

i) Umbral de ingesta inferior (LTI - Lowest Threshold Intake) Establece un nivel de ingesta para un determinado nutriente, por debajo del cual la mayoría de los individuos (97,5%) no podrían mantener su integridad metabólica. Este concepto no tiene equivalencia con los descritos por el Food and Nutrition Board- National Research Council.

 

j) Intervalos aceptables de distribución de macronutrientes (AMDR - Acceptable Macronutrient Distribution Range) Representa el intervalo de ingesta adecuado de macronutrientes, que se asocia a un menor riesgo de padecer enfermedades crónicas. Se expresa como porcentaje de la ingesta total, ya que los requerimientos dependen de otros macronutrientes o bien de las necesidades del propio individuo.

 

 

Cálculo de los requerimientos establecidos y de las recomendaciones nutricionales.

El cálculo de los requerimientos nutricionales en los seres humanos requiere un largo periodo de tiempo, siendo además un proceso muy complejo y caro. Una dificultad añadida al proceso es la selección de individuos sanos, ya que los resultados de la población total no son verdaderamente representativos, aportando por ello una información insuficiente. Así, para determinar correctamente los requerimientos nutricionales en los grupos de población, es necesario establecer un método que incluya las siguientes etapas:

 

    • 1. En primer lugar, se calculan los requerimientos nutricionales para una población sana y representativa de cada uno de los grupos dentro del colectivo, puesto que los requerimientos podrían cambian con la edad y el sexo.
    • 2. A continuación, se estima mediante análisis de la varianza y desviación estándar, la variabilidad de los requerimientos nutricionales entre los distintos individuos que pertenecen al mismo grupo de población.
    • 3. Con el objetivo de garantizar que se cubran las necesidades de todas las personas sanas pertenecientes a cada población según sexo y edad, se determinan las cantidades que se deben sumar al requerimiento medio.
    • 4. Además, para aproximarnos al conocimiento de las necesidades nutricionales de una determinada población, se utilizan diferentes métodos de investigación epidemiológica, experimental y clínica que se describen a continuación:
      • I. Técnicas de balance. Con este método se determina qué cantidad se utiliza de un determinado nutriente, con respecto a la cantidad total ingerida.
      • II. Se llevan a cabo estudios en individuos a los que se les impone una dieta carencial en un nutriente determinado, teniendo en cuenta que ello suponga un riesgo mínimo para su salud.
      • III. Registro de la dieta de personas sanas.
      • IV. Estudios epidemiológicos que relacionen hábitos alimentarios con enfermedades, por carencia o exceso de nutrientes.
      • V. Extrapolación de los resultados obtenidos en ensayos con animales, en los cuales se ha prescindido de algún nutriente esencial en la dieta.
      • VI. Los requerimientos nutricionales de una población objeto de estudio se ajustan a una curva tipo "gaussiana" (Figura 2).

 

Como se observa en la Figura 2, una pequeña parte de la población presenta requerimientos mínimos de nutrientes, la mayoría estará representada por la parte central de la gráfica y tendrá un requerimiento medio (RM), requiriendo cantidades mayores de nutrientes un porcentaje mínimo de población. A modo de ejemplo, los requerimientos de proteínas de la población presentan una distribución de curva normal, sumándose dos desviaciones estándar al valor medio calculado, para cubrir así las necesidades de un 97,5% de la población.

 

Figura 2. Diferencia entre las recomendaciones de ingesta energética (valor promedio) y de nutrientes (valor medio más dos desviaciones estándar) (Fuente: Gil Hernández, 2005).

 

Con respecto a la energía, se utiliza como recomendación el promedio del requerimiento de la población para cada uno de los grupos por edad y sexo. Dado que los requerimientos de energía varían entre individuos, un aumento adicional del doble de la desviación estándar del requerimiento medio, podría conllevar a la obesidad a largo plazo en los individuos cuyos requerimientos se encuentren por debajo del mismo.

 

Además, en el cálculo de las recomendaciones nutricionales deben considerarse otros factores adicionales:
  • I. La biodisponibilidad y absorción de cada uno de los nutrientes, en función de la matriz alimentaria y la presencia de precursores en la misma. Por ello, dentro de la ingesta recomendada se incluirá también la parte no absorbida del nutriente ingerido.
  • II. La eficacia metabólica de cada individuo y sus circunstancias fisiológicas.
  • III. El procesado tecnológico y tratamientos culinarios aplicados a los alimentos.
  • IV. Los hábitos alimentarios, el clima y la procedencia de los alimentos.

 

 

 

Requerimientos y recomendaciones de energía y nutrientes

Las empresas del sector alimentario pueden de forma voluntaria y a través de las etiquetas, informar al consumidor sobre la cantidad diaria recomendada (CDR o RDA) -aporte de energía, macronutrientes y micronutrientes- del producto que ponen a la venta, ya que como se ha comentado previamente, las recomendaciones nutricionales van a estar condicionadas por diferentes factores como la edad, sexo, talla y composición corporal, genotipo, calorías ingeridas, situación fisiológica, temperatura del medio ambiente y el estado (sano o enfermo) del individuo.

 

  • a) Requerimientos energéticos.

Se definen como "la ingesta procedente de los alimentos que equilibra el consumo de energía cuando el individuo tiene una talla, composición corporal y un grado de actividad física compatibles con una salud óptima a largo plazo, y que le permite mantener la actividad física y social necesaria". Conviene recordar que el balance de energía es la cantidad de energía que se ingiere menos la cantidad de energía que se consume, en consecuencia, para alcanzar un peso corporal adecuado, el balance energético debe ser igual a cero. Para determinar las necesidades energéticas se utilizan tres fracciones distintas: i) la tasa metabólica basal, ii) la termogénesis -efecto dinámico específico de los alimentos- y, iii) el consumo energético derivado de la actividad física. Así, la EFSA recomienda una ingesta energética de 2.000 kcal/día en mujeres y 2.500 kcal/día en hombres, recomendaciones que coinciden con los valores de referencia empleados en el etiquetado de alimentos.

 

  • b) Requerimientos proteicos.
Dado que para la síntesis de proteínas se reutilizan los aminoácidos ya existentes en el organismo, la cantidad de proteínas en el cuerpo humano será mucho mayor que las obtenidas por la ingesta de alimentos y puede verse mermada si no se sigue una ingesta adecuada de energía. Así, si la ingesta energética está por debajo de la necesaria, las proteínas se utilizarían para la producción de energía, reduciéndose su número en el organismo. En los últimos 50 años, las recomendaciones de proteínas han variado de forma importante. En la actualidad, para determinar dichas recomendaciones se valora a corto y largo plazo i) el requerimiento medio del balance de nitrógeno, cuyo valor es de 0,66 g/ kg por día, y ii) la variabilidad (umbral del 12,5%) de dichos requerimientos. Si se considera el doble de la desviación estándar de este valor, fijaríamos un 25% por encima de la media, abarcando así al 97,5% de la población.

 

 

  • c) Requerimientos de hidratos de carbono
Los hidratos de carbono o glúcidos, deben ser los nutrientes mayoritarios de la dieta, ya que de ellos se obtiene la glucosa, molécula indispensable para el correcto funcionamiento de determinados órganos y células como el sistema nervioso, hematíes y músculo, con actividad física continuada. Es importante resaltar que la glucosa puede sintetizarse también a partir de otras hexosas ingeridas como la fructosa, aminoácidos, de algunos ácidos grasos y del glicerol que contienen.

 

  • d) Requerimientos lipídicos
Hasta los años 70 los lípidos o grasas no se incluían dentro de la dieta, ya que no se consideraban nutrientes esenciales; cambiando la concepción que se tenía sobre estos nutrientes a raíz de un estudio realizado en enfermos hospitalizados. En dicho estudio, se observó que al excluir a los pacientes de dietas parentales, éstos manifestaban una serie de trastornos en la piel como descamación, caída del pelo, retraso en la cicatrización y pérdida de la integridad en las membranas celulares, alteración del metabolismo del colesterol y de los precursores de las prostaglandinas.

 

Así, debemos suministrar al organismo un aporte lipídico adecuado a través de la dieta, recomendándose la ingesta de pequeñas cantidades de ácidos grasos esenciales como linoléico (LA) y alfa-linolénico (ALA), dado que el organismo no dispone de enzimas desaturasas para sintetizarlos. Además, se deberán incluir otros lípidos como el eicosapentanoico (EPA), docosahexanoico (DHA) y araquidónico (AA), ya que también pueden ser considerados esenciales si sus precursores no están presentes en la dieta.

 

Los cambios de estilos de vida -entre otros factores-, experimentados en los países desarrollados, han originado un alejamiento de las ingestas recomendadas de grasas, que se aproximan en la actualidad al 40% de la energía total consumida, contribuyendo sobremanera a la elevación del colesterol en el organismo y, en consecuencia, al incremento de ciertas patologías. A consecuencia de ello, diferentes organizaciones internacionales relacionadas con la nutrición y salud, conscientes de que una alta ingesta de grasas saturadas se relaciona directamente con el aumento de las lipoproteínas VLDL y LDL y ciertas enfermedades como diabetes, obesidad o cáncer entre otras, han elaborado una serie de recomendaciones sobre el colesterol.

 

 

  • e) Requerimientos de agua
El agua no es un nutriente esencial, pero es un fluido imprescindible para prácticamente la totalidad de las funciones corporales, participando activamente en la regulación térmica (termorregulación) de nuestro organismo. Así, una hidratación adecuada es esencial para el mantenimiento de una salud óptima. La podemos obtener a través de la dieta, como constituyente de los alimentos, mediante la ingesta de agua y bebidas que la incluyan en su composición, o bien como producto de los procesos oxidativos que ocurren en nuestro organismo. El contenido de agua corporal y su distribución en los diferentes compartimentos celulares (internos y externos), varía con la edad, modificándose en consecuencia las necesidades de ingesta para alcanzar un control homeostático adecuado.

 

 

  • f) Consumo de alcohol
Numerosos estudios epidemiológicos demuestran que el consumo moderado de alcohol se asocia a una menor incidencia de muerte en nuestra sociedad, a consecuencia del descenso de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, también se ha demostrado que existe una relación directa entre el consumo de alcohol y la mortalidad total. Por tanto, conviene establecer un criterio que permita clasificar el consumo de alcohol como moderado o excesivo. Así, el consumo moderado hace referencia a la ingesta de no más de una bebida alcohólica/día para mujeres (aunque algunos autores establecen hasta dos) y no más de dos bebidas/día para los varones (algunos establecen hasta tres). En mujeres, se determina una dosis menor debido a que i) metabolizan más lentamente el alcohol y la mayoría, ii) presenta un volumen corporal menor en comparación con los varones.

 

Los beneficios derivados de una ingesta moderada de alcohol se asocian principalmente a varones mayores de 45 años y mujeres de 55 años.

 

 

  • g) Requerimientos de vitaminas y minerales
Las vitaminas y minerales se denominan también micronutrientes, debido a que en relación a los macronutrientes -glúcidos, proteínas y grasas-, las cantidades requeridas por el organismo son muy pequeñas, aunque no por ello de menor importancia para el desarrollo de las funciones vitales. De hecho, diferentes estudios realizados en personas de 50 a 60 años evidencian que i) una ingesta suficiente de calcio y vitamina D reduce el riesgo de osteoporosis, ii) y un consumo adecuado de potasio ayuda a mantener los niveles de presión arterial más bajos, reduciendo a su vez los efectos adversos derivados de una alta ingesta de sodio sobre la presión arterial, factor de riesgo reconocido para la enfermedad isquémica del corazón, derrame cerebral y enfermedad renal. Al respecto, conviene incidir sobre los efectos adversos sobre el desarrollo fetal e infantil de la deficiencia de yodo -de gravedad leve a moderada -, lo que ha condicionado la implantación de programas de yodación de la sal en numerosos países de la UE. Las recomendaciones de ingesta de vitaminas y minerales se recogen en la Tabla 1.

 

 

Tabla 1. Fuente: Diario oficial de la Unión Europea. Directiva 2008/100/C de la comisión. 2008.

 

 

  • h) Requerimientos de fibra alimentaria
Las dietas ricas en frutas y verduras, es decir en fibra, reducen la aparición de ciertas patologías como el cáncer de colon, diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares. A pesar de ello, es difícil determinar si el efecto beneficioso se debe a la acción de la propia fibra presente en los vegetales o bien a otros constituyentes de la dieta. En la actualidad, se considera que la dieta debe incluir diferentes tipos de fibras como son la soluble e insoluble.

 

 

En la Tabla 2, se resumen los objetivos nutricionales -elaborados por diferentes sociedades y organizaciones nacionales e internacionales relacionadas con nutrición y salud-, para la población adulta.

 

  • i) Requerimientos de actividad física
El estilo de vida sedentario y los hábitos alimentarios inadecuados se han convertido en dos grandes problemas de las sociedades industrializadas. Sobrepeso y obesidad son las grandes consecuencias de esta coyuntura, constituyendo un factor de riesgo para la salud de la población y un elevado coste sanitario. Según estimaciones de la OMS, para el año 2020 las enfermedades no transmisibles causaran en 70% de los fallecimientos y el 60% de la carga de morbilidad. Diferentes estudios indican que hasta un 80% de los casos de cardiopatía coronaria y hasta el 90% de los casos de diabetes tipo II podrían prevenirse modificando estilos de vida, comiendo de manera saludable, manteniendo un peso normal y haciendo ejercicio. De hecho, el ejercicio físico acoplado a la restricción calórica en la dieta representan múltiples beneficios tales como disminución del componente graso con aumento de la masa muscular esquelética, mejora la sensibilidad a la insulina, modifica beneficiosamente el perfil lipídico, estabiliza la presión arterial, ejerce un efecto protector y reduce el riesgo de aparición de otras enfermedades como osteoporosis, depresión, cáncer de mama y colon y provoca un cambio psicosocial en el individuo. Por este motivo se hace especial hincapié en la actividad física, ya que de todos los factores de riesgo, el sedentarismo es el más fácilmente modificable.

 

Así, la OMS bajo el lema "Por tu salud, muévete" recomienda el aumento de la actividad física moderada de práctica regular. En este sentido, caminar al menos 30 minutos todos los días de la semana o realizar 20 minutos de actividad intensa tres o más días a la semana, favorece la reducción de peso y la distribución de la grasa corporal, mejora la presión arterial basal, aumenta los valores sanguíneos de HDL, aumenta la sensibilidad a la insulina y disminuye la trigliceridemia, reduciendo así los factores de riesgo y enfermedad cardiovascular, generando de esta forma un cambio permanente en el estilo de vida y el principio de un programa de entrenamiento prolongado.

 

 

 

Guías alimentarias

El aumento de enfermedades cardiovasculares, degenerativas, tumorales y metabólicas, como la diabetes mellitus, se asocia –epidemiológicamente- al tipo de dieta actual. En consecuencia, se hace absolutamente necesario la adopción de un modelo dietético que permita mantener una buena salud y reducir el riesgo de desarrollo de dichas enfermedades. Así, los gobiernos de los distintos países han incluido -dentro de sus políticas de salud-, diferentes objetivos nutricionales y guías dietéticas para reducir los factores de riesgo conocidos. La ingesta recomendada y los objetivos nutricionales no son conceptos fácilmente comprensibles para el consumidor medio y, por tanto, de escasa utilidad. Por ello, es necesario el desarrollo de programas de promoción de la salud que contemplen diferentes estrategias de intervención en la comunidad a distintos niveles, posicionando de este modo a la educación nutricional como una herramienta imprescindible para adecuar los hábitos alimentarios de la población.

 

 

Tabla 2. Fuente: Olveira Fuster G., González- Romero S. Nutrición en el adulto. En: Tratado de Nutrición. Gil, A. Ed. Acción Médica. Madrid, 2010: p. 291- 317.

 

Así, se publicaron las guías dietéticas utilizando un lenguaje más sencillo y ameno. En ellas se expresan las recomendaciones de ingesta de forma cualitativa, es decir considerando alimentos, raciones o tendencias más positivas para la salud y tratan siempre de dar orientaciones positivas y de fácil cumplimiento para la población. Las guías dietéticas son necesarias como punto de referencia para la educación nutricional en los distintos grupos de población y como sugerencia o marco de referencia en la planificación de la industria alimentaria.

 

Las principales recomendaciones incluidas en estas guías, hacen referencia a la importancia de i) mantener el peso deseable, ajustando para ello el consumo de alimentos al gasto energético, ii) la necesidad de aumentar el consumo de frutas, verduras y cereales integrales, iii) moderar el consumo de grasa saturada, iv) reducir la ingesta de alcohol y, v) practicar ejercicio físico regularmente.

 

La experiencia adquirida en diferentes estudios realizados en España, ha demostrado que la mejor forma de facilitar la información de las guías alimentarias es mediante representaciones gráficas como la "Pirámide alimentaria (Figura 3)", la "Rueda de los alimentos" y el "Rombo de la alimentación", equiparables desde el punto de vista educativo a las actividades realizadas en otros países de la UE.

 

Llegados a este punto, debemos ser conscientes de que a lo largo de la vida los hábitos alimentarios pueden modelar la calidad e incluso condicionar la duración de la misma, ya que la alimentación óptima es un factor determinante en la prevención y curación de ciertas enfermedades. A consecuencia de ello, se ha detectado un interés creciente en los consumidores por el binomio alimentación-salud, aportando al consumo alimentario un carácter de autocontrol. Es decir, los consumidores son conscientes de los alimentos que hay que tomar y en qué cantidad, para conseguir una alimentación que favorezca la salud, sin dejarse influenciar por la publicidad consumista, la propaganda pseudocientífica o los viejos y erróneos conceptos al abrigo de la tradición.

 

Este avance conceptual, llevará asociado a corto y medio plazo una serie de beneficios sociales, mejorando la productividad, el desarrollo económico y el bienestar de la población. Además, no debemos olvidar que comer es un placer "de todos los tiempos y todas las edades, el último que nos queda cuando todos los demás nos han abandonado" y favorece las relaciones sociales.

 

 

 

 

Figura 3. Pirámide de la alimentación saludable elaborada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC, 2004).

 

 

Bibliografía

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